La crisis del COVID-19 ha sido un tsunami que ha impactado directamente en los modos de gestionar la empresa.
Las empresas, por su parte, han tenido que reconvertirse en pocas semanas para poder mantenerse como principal eje sobre el que se cimienta nuestro estado de bienestar. En relación a la afectación directa que el COVID ha tenido en su organización y recursos humanos, podríamos diferenciar entre tres tipos de empresas:
- Empresas ERTE. Redujeron sus plantillas como consecuencia de la imposibilidad de recibir suministros o directamente de reducción en la demanda de sus sector.
- Empresas teletrabajo. Pudieron flexibilizar sus plantillas para mantener la misma prestación de servicio en remoto.
- Empresas servicio esencial. Mantuvieron sus plantillas como consecuencia del incremento de solicitud de sus servicios o productos.
Muchas organizaciones no pueden ser encuadradas sólo en una de los tipos anteriores sino que han mantenido un modelo híbrido (por ejemplo, con ERTE parciales o con una parte de sus plantillas en remoto y otra en presencial).
En todos los casos, la pandemia ha puesto de manifiesto, de forma radical, la teoría de la nueva época VUCA (acrónimo en inglés de volátil, incierto, cambiante y ambiguo). Porque: ¿Qué puede haber más incierto y cambiante que un virus te obliga a modificar todo tu proceso empresarial, que en la mayoría de casos ha costado años construir, en tan sólo unas horas o días?.
Muchas empresas habían invertido mucho en diseñar planes de continuidad de negocio para supuestos (una guerra o un terremoto, por ejemplo) que hace tan sólo un año nos parecían una quimera. Otras, las mayoría, han tenido que improvisar y adaptarse de forma abrupta a la realidad y a la normativa cambiante (muchas veces de difícil interpretación). En todos los caso, ha supuesto un reto majestuoso para todos los gestores de empresa de este país y para las personas trabajadoras y sus representantes. Y no ha acabado, aún viviremos pendientes de rebrotes intermitentes hasta que no dispongamos de un remedio eficaz. De todas formas, es buen momento para reflexionar sobre lo que hemos hecho y cómo lo hemos hecho. Esto nos puede servir para reconocer a los artífices de aciertos y para aprender de los errores para evitar volver a cometerlos, la próxima vez.
En cualquier caso, centrados en el lado humano de la empresa, con carácter general, podemos contar con las siguientes cuatro grandes lecciones aprendidas. Aunque muchos ya las sabíamos, no está de más recordarlas.
- La calidad de una empresa es directamente proporcional a la calidad de su capital humano. Una obviedad que queda demostrada cuando cuando las cosas se ponen realmente feas. Si has reclutado y fidelizado a las mejores personas vas a obtener los mejores resultados. Y es algo tangible, que va más allá de lo se se haya reflejado en documentos formales de misión visión y valores.
- El éxito colectivo radica en el ejercicio efectivo del trabajo en equipo. La única manera con la que una empresa puede afrontar un cambio radical en un tiempo mínimo es haciendo que todos los que la componen trabajen unidos en pos de un objetivo común. Es algo que no podemos improvisar. Al igual que en el deporte, el engranaje de un equipo en una empresa precisa un duro entrenamiento bajo la supervisión de un líder con objetivos claros.
- El nivel del liderazgo depende del nivel de empoderamiento que practica. Algunas empresas, a medida que crecen, tienden a maximizar sus mecanismos de control interno. En ocasiones pueden dar la sensación de que no confían en que las personas trabajadoras. Pero para gestionar la adversidad precisas de personas que tomen decisiones por ellas mismas, sin temor a equivocarse. Eso sólo puede suceder mediante un modelo de management que reduzca la supervisión jerárquica mediante el empoderamiento personal. El resultado se llama confianza, y es el principal factor de motivación laboral.
- La gobernanza interna debe ser poco visible pero efectiva. Aunque el trabajo en equipo y el empoderamiento individual han sido fuente de éxito en la mayoría de las ocasiones, toda esa energía no converge en el interés común sino va acompañada de un plan y un método. En ese sentido la jerarquía es imprescindible. Pero la jerarquía más eficiente es la jerarquía invisible, aquella que marca el destino pero deja que entre todos se construya el camino.
Seguramente cada uno de nosotros podremos añadir algunas lecciones más, y todos aceptaremos. pero lo más importante de aprender una lección es tener la oportunidad de poner en práctica ese conocimiento aprendido. Si no es así, el tiempo provoca que decaiga y se olvide.